Por: Raúl Varela González
Ante el evidente fracaso del arcaico Sistema de Impartición de Justicia, consensado de manera generalizada, una flamante opción podría hacernos tornar las esperanzas en la posibilidad de una armónica forma de solucionar las controversias que se suscitan entre los gobernados y la posibilidad de contar con un auténtico Estado de Derecho en México. Me refiero por supuesto a la Mediación.
En una sociedad con una enraizada cultura del paternalismo, en la que constantemente se espera que venga alguien más a resolver nuestros problemas, constituye un intrincado reto el cambiar dicho paradigma. Pero en aras de la búsqueda de un Estado más civilizado, es menester regresarle el poder y la autoridad al ciudadano, para hacerle saber que en muchas ocasiones, el mismo le puede dar solución a los conflictos que se susciten, sin la necesidad de judicializarlos.
A la luz de la razón, resulta evidentemente desatinado el pretender garantizar el Derecho a la Impartición de Justicia, valiéndose únicamente de los Órganos Jurisdiccionales para dirimir absolutamente todos los conflictos que se susciten entre la población. No creo que existan Jueces suficientes para tan ingente encomienda ni sistema que lo soporte. El acudir ante el Órgano Jurisdiccional debe convertirse en una imperiosa excepción, no en una inexorable constante.
Es momento de comprender que la armonía de la sociedad está en manos de sus propios miembros. Es momento de estar conscientes de las necesidades y particularidades de la realidad actual, y que por el contrario de lo que se tiene presente, una Justicia reacia y rígida no ésta dando solución a los problemas del mundo moderno, y de la necesidad de transitar hacia un Sistema mucho más dúctil y flexible.
Para poder cumplimentar tales propósitos, es preponderadamente necesario el desarrollar en la sociedad una auténtica cultura del manejo de los conflictos, de la responsabilidad y de la paz; El fomentar en la sociedad el valor del diálogo, la negociación y el escuchar no únicamente para responder, sino para verdaderamente comprender que es lo que te ésta diciendo la otra persona.
No seamos ajenos al poder que el afecto, las sanas relaciones humanas y el buen ambiente de convivencia pueden llegar a ejercer sobre cada uno de nosotros. Seamos conscientes del poder de la cooperación.
No esperemos a que “papá Estado” venga a devolvernos “la paz”, a través de sus procedimientos Judiciales. No seamos espectadores pasivos del proscenio Jurisdiccional. Por el contrario, convirtámonos en artífices proactivos en la solución de nuestras controversias.
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