El mundo no está en manos de los ciudadanos que forman una democracia, ni en las Naciones Unidas, sino a merced de las decisiones de los mandatarios de las grandes potencias y hoy el riesgo es global.
La disputa por la hegemonía ha subido de tono y la lucha por el control de Ucrania no se define aún, porque ni Rusia ni los Estados Unidos se han puesto de acuerdo y la amenaza de una invasión del ejército ruso se vislumbra cada vez más inminente.
Los ucranianos, que, si bien son una población muy heterogénea formada por diversas etnias, incluso antagonistas, ha logrado mantener cierta cohesión, que día a día se debilita por la presión rusa, que ha dominado las últimas décadas.
No olvidemos que por su situación geográfica es un lugar estratégico para la seguridad de Rusia, que ha mantenido el control desde la consolidación de la antigua URSS y este es un motivo poderoso por el que Vladimir Putin desea recuperar esta zona.
Por su parte, los Estados Unidos, junto con Europa, sabedores de su valor geoestratégico, han tratado de imponer su influencia con miras a su hegemonía, bajo la bandera, siempre como argumento central, de la democracia, aunque el slogan ciertamente ya no tiene el mismo efecto que antaño.
Y la adhesión de Ucrania a la OTAN, como en su momento lo hicieron antiguos miembros del Pacto de Varsovia, como Polonia, Hungría y la República Checa, se presenta como una posible salida a su independencia y sobre todo como un elemento clave para su seguridad, puesto que si fuera parte de la Alianza Atlántica, la amenaza de una invasión convocaría de inmediato a las tropas. Sin embargo, Rusia no lo permitirá, sobre todo porque considera a Ucrania parte de sus territorios, como lo es de hecho Crimea, que se anexó a la Federación Rusa en el 2014, ya que en esta región existe una mayoría de ciudadanos pro-rusos, que no encuentran identidad con Ucrania.
Y para Rusia el paso siguiente sería naturalmente anexarse a Ucrania, país que a lo largo de su historia ha pasado por muchas invasiones, precisamente por su situación geográfica y siempre ha sido la manzana de la discordia entre los imperios, ahora entre las potencias, aunque tuvo un periodo relativamente estable durante la monarquía, que de alguna manera logró mantener la unidad nacional.
Los hechos pueden verse desde muy distintas perspectivas, pero en resumen podemos señalar algunos que sin duda nos llevan a la reflexión:
Las masacres que perduran en la memoria colectiva
Entre 1932 y 1933 Rusia puso en marcha el plan Holodomor (matar de hambre en ucraniano), donde murieron entre 7 y 10 millones de campesinos, después de deshacerse de los intelectuales, del clero, de representantes de la cultura y activistas, tomando como pretexto la sequía que hubo en ese año y de la colectivización agrícola forzada.
La sequía, como así lo han reconocido muchos investigadores, también afectó a Bielorrusia, Kazajistán, la región del Volga, el Cáucaso del Norte, Siberia Occidental y los Urales del Sur.
Y curiosamente, mientras morían miles y miles de ucranianos, la población de la Unión Soviética tuvo un notable crecimiento, la población rusa registró un aumento en su producción agrícola del 28% y Bielorrusia del 11%. Pero, además, Ucrania tuvo una disminución de sólo el 10%, lo cual no explica la mortandad por hambre debido a la sequía, puesto que además exportó 1.72 millones de toneladas de granos en 1932 y el año siguiente 1.68 millones en toneladas.
El gobierno ruso se apropió de maquinaria, tierras, cosechas y del ganado de los ucranianos, con pena de muerte si se resistían, porque hasta los animales domésticos fueron requisados.
Sin embargo, hay testimonios que muestran cómo despojaron a los ucranianos de su sustento: obligaban a las personas a entregar toda su producción. La policía entraba en las casas para sacar todo lo que hubiera de comida y la revisión era tan exhaustiva que buscaban hasta el último rincón para que no quedara nada ni se escondieran los alimentos.
Fue tal la hambruna que se registraron casos de infanticidio y hasta de canibalismo, en intentos desesperados por sobrevivir.
Este plan, según versiones oficiales, lo fraguó desde 1930 Josef Stalin, a fin de extraer toda la producción de Ucrania a los graneros de la Rusia Soviética, ya que era importante para mantener los niveles de exportación, puesto que la economía rusa tradicionalmente se ha basado en la producción de granos y la participación ucraniana constituía una gran aportación.
Esta tragedia humanitaria ha sido reconocida ya como holocausto por 15 países; sin embargo, Ucrania sigue bajo la amenaza rusa de una invasión.
El cerco militar se amplía
El 9 de febrero trascendió que a principios de mes comenzaron a llegar a Bielorrusia baterías de misiles antiaéreos S-400 y cazas de cuarta generación Su-35, así como otras armas de largo alcance rusas. En su momento el Kremlin informó que se trataba de maniobras militares conjuntas que iniciarían el jueves 10 y durarían sólo diez días, con la participación de 30,000 soldados rusos, que Rusia anunció, volverían a sus bases una vez finalizadas las operaciones.
Pero, además, seis buques de guerra rusos se desplazaron desde el Mediterráneo al Mar Negro para maniobras marítimas, curiosamente en los límites con Ucrania y varios países integrantes de la OTAN, a lo largo de la frontera con Ucrania y en el límite occidental de Bielorrusia, cerca de Lituania y Polonia.
Debido a estos movimientos abiertamente disuasivos, Ucrania decidió organizar sus propias maniobras militares en todo su territorio, incluyendo drones de combate turcos y misiles antitanque británicos y norteamericanos.
El gobierno ucraniano denunció que las maniobras en su frontera constituyen una verdadera presión psicológica para la población, aunque el riesgo de una invasión ha existido desde el 2014, cuando Crimea fue anexionada al territorio ruso.
Continuará…
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