Las generaciones que nacieron a partir de la última década del siglo pasado no recuerdan eso que llamaban el “día del presidente”, ese día en que el nuevo jefe del poder Ejecutivo protestaba al cargo ante un Congreso aplaudidor y salía triunfante a recorrer las calles desde el Palacio Legislativo a Palacio Nacional en un auto descubierto.
Llegó el año 2000 y Vicente Fox, el primer presidente no priista, dijo que el “día del presidente” se había terminado, aunque cambió el recorrido con papelitos tricolores en las calles por un evento en el auditorio Nacional.
Los siguientes presidentes no tuvieron oportunidad de festejar su toma de posesión. Felipe Calderón entró y salió por la puerta trasera del Congreso y Enrique Peña se fue a refugiar a la antigua residencia oficial de Los Pinos, mientras manifestantes causaban caos fuera del Palacio Legislativo de San Lázaro.
Con Andrés Manuel inició una nueva versión del “día del presidente”. El primer presidente emanado de la cuasi izquierda recibió la atención de la prensa desde que salió de su casa en el sur de la ciudad al Congreso de la Unión, durante el acto protocolario y luego su traslado a Palacio Nacional, para después transmitir un evento de cuatro horas en la plaza De la Constitución, donde se desvivió en el autoelogio en medio de aplausos y vítores, en medio de eventos artísticos, culturales y ceremonias y rituales indígenas.
Pero el “día del presidente” era el 1 de diciembre, fecha en que el nuevo mandatario juraba ante la Constitución, justo el día en que se convertía en presidente constitucional.
La historia cambió, no solo porque habrá presidenta, ahora el circo se adelantó a este 15 de agosto, en que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación entregó la constancia de mayoría a Claudia Sheinbaum que la reconoce como presidenta electa de México.
Ese día los medios hicieron el circo, el acompañamiento por las calles cuando la presidenta electa viajó de su casa a la sede del tribunal electoral y luego de ahí al teatro Metropólitan en el centro de la capital, donde encabezó un evento que no se había registrado antes.
Antes, los presidentes recibían su constancia de mayoría y se iban a su casa. Era la nota del día, pero no con el despliegue que vimos y aún faltará conocer cuánto costó al erario público la renta del Metropólitan, y todo el derroche de recursos, de cámaras, de transmisiones en vivo que hicieron la próxima presidenta y su partido.
Es el regreso del presidencialismo y de una prensa zalamera que nunca se fue, solo se había ocultado en el clóset.
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