Hace seis años, desde agosto de 2018, el presidente López Obrador ya daba sus mensajes matutinos. Era la novedad, era el primer presidente surgido de la izquierda.
Eran todavía los tiempos de la larga transición entre los meses de julio y diciembre, en que un candidato ganaba una elección y tomaba posesión.
En los viejos tiempos del PRI, el presidente electo se guardaba hasta el día en que rendía protesta y recibía la banda presidencial, mientras el presidente que se iba iniciaba sus recorridos por el país para inaugurar obras inconclusas y, a veces, inservibles, pero era su gira del adiós.
Eso pasó incluso con los presidentes panistas Vicente Fox y Felipe Calderón, y de eso daba cuenta la prensa.
López Obrador, fiel a su estilo, hizo lo contrario: desde que recibió la constancia que lo acreditó como presidente electo, inició su ritual matutino, que sigue vigente hasta ahora y al que le quedan menos de dos semanas.
Fue Enrique Peña Nieto, el presidente saliente, quien bajó su perfil en los últimos meses de su gobierno para dejarle todos los reflectores al morenista.
Pero AMLO regresó al viejo estilo, recargado.
Mantiene sus mensajes de la mañana, aunque sean cada vez más vacíos de contenido; hace sus giras de despedida inaugurando obras a medias e inconclusas, y opacando permanentemente a la presidenta electa.
Sí, la invita a sus eventos, le da minutos para que hable, pero él sigue siendo el que quiere acaparar la atención y así será hasta el 30 de septiembre, porque él mismo no se concibe de otra manera.
La presidenta electa, Claudia Sheinbaum, ha sido respetuosa, mesurada, como siempre, con su padrino político.
Siendo jefa de gobierno de la Ciudad de México, esperaba a que concluyera el evento matutino en Palacio Nacional para entonces ella tener un encuentro con periodistas.
Como candidata nunca tuvo un acto político que coincidiera con la agenda del presidente, especialmente en horario de siete a 10 am, y así lo hizo como ganadora de la elección.
Convocaba a medios después de las 12 del día para hacer sus anuncios sobre quiénes integrarían su gabinete, hasta que, por alguna extraña e inexplicable razón, simplemente dejó de hacerlo y se limitó a enviar comunicados de prensa.
En los últimos días, Sheinbaum Pardo aparece ante la prensa solo si acompaña al presidente; así fue el 1 de septiembre, así fue en los festejos por el inicio de la Independencia, así ha sido para las giras de despedida, incluso hasta para firmar el decreto de la reforma constitucional al poder judicial.
Hasta parece que el presidente no quiere irse y menos perder reflectores.
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